" La juventud de espíritu y de corazón .".
La juventud no es, en la vida, un periodo, sino un estado de ánimo ; se manifiesta en determinadas reacciones de la imaginación, en la capacidad emotiva, en el predominio de la osadía sobre la timidez y del ansia de empresas sobre el apego a las comodidades.
No se envejece solo por haber vivido tantos a cuantos años ; se envejece al renunciar a un ideal. El paso de los años deja sus huellas en el cuerpo, pero declararse vencido y renunciar a todo entusiasmo deja sus huellas en el alma. El hastío, la duda, la inseguridad, el temor o la desesperación son tantos más años que influyen en el ánimo y convierten el espíritu en ceniza.
Para cada ser humano, permanecer joven es tener siempre vivo en sí, a la edad que sea, ese afán de lo maravilloso, de los hechos y pensamientos deslumbradores, del intrépido desafío a los acontecimientos, del mismo insaciable apetito que siente la criatura ante lo nuevo y, finalmente del alegre vivir.
El hombre es tan joven como su confianza; tan viejo como su recelo; tan joven como su fe en sí mismo; tan viejo como su temor; tan joven como su esperanza; tan viejo como su desaliento.
El hombre es joven mientras su corazón perciba los mensajes de belleza, gallardía y valor, grandeza y fuerza que emanen de la naturaleza, de un ser humano o del Infinito.
Cuando todas las fibras del corazón estén destrozadas y quede sumido en las tinieblas del pesimismo, entonces es cuando el hombre habrá envejecido, para cuando llegue ese momento ¡quiera Dios apiadarse del él! *
martes, 17 de julio de 2007
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